En los últimos días, el caso de Fofo Márquez ha generado una gran discusión en la opinión pública. Este joven, conocido por su comportamiento provocador en redes sociales, fue sentenciado a 17 años y 6 meses de prisión tras golpear brutalmente a una mujer adulta en un incidente de tráfico. Lo que pudo haber sido un caso de lesiones con reparación del daño se convirtió en un ejemplo de violencia desmedida, evidenciado en un video que muestra la saña con la que atacó a su víctima, incluso pateándola en el suelo.
En derecho penal, se dice que la intención es lo más difícil de probar. Sin embargo, cuando existe evidencia videográfica, como en este caso, el análisis cambia. Si el juez hubiese valorado únicamente las lesiones físicas, la pena habría sido menor. No obstante, el nivel de violencia registrado en la grabación sugiere un intento de causar daño mayor, lo que permitió considerar la figura de intento de feminicidio. Un solo golpe habría sido suficiente para provocar una lesión, pero la brutalidad del ataque sugiere una intención mucho más grave.
Un patrón de impunidad reforzada
La defensa de Márquez argumenta que el uso de esteroides pudo haber alterado su conducta. Sin embargo, su historial sugiere que la violencia era un rasgo presente en su comportamiento mucho antes de este incidente. En el pasado, había sido señalado por ordenar ataques a otras personas, como el caso de un guardia de seguridad de un antro que perdió un ojo debido a la agresión de los escoltas de Márquez. En esa ocasión, al parecer, logró evitar consecuencias legales mediante compensaciones económicas. Esta impunidad reiterada, lejos de corregir su comportamiento, lo reforzó.
Esta dinámica recuerda el clásico relato de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson. En la novela, el Dr. Jekyll, un hombre respetable, desarrolla una poción que le permite liberar su lado más oscuro en la forma de Edward Hyde, quien comete actos violentos sin consecuencias inmediatas. Sin embargo, esta dualidad se vuelve incontrolable y, eventualmente, lo consume. La impunidad inicial de Hyde, cuando ataca a una niña y simplemente paga una compensación, refuerza su conducta y lo impulsa a cometer crímenes aún más atroces, como el asesinato de Sir Danvers Carew.
La analogía con el caso de Márquez es evidente. Cada vez que se libró de las consecuencias de sus actos mediante el dinero o la influencia, su sensación de impunidad se fortaleció. Su comportamiento violento no fue corregido, sino reforzado. Casos similares pueden encontrarse en la historia criminal: asesinos en serie como Ted Bundy o Jeffrey Dahmer comenzaron con delitos menores antes de escalar a crímenes más graves. Algunos criminólogos sostienen que si se hubieran tomado medidas preventivas en las primeras etapas de sus conductas delictivas, muchas tragedias podrían haberse evitado.
La dificultad de determinar la intención
Uno de los aspectos más debatidos del caso de Fofo Márquez es su intención al agredir a la mujer. ¿Quería asesinarla? Probablemente no. Sin embargo, el problema radica en que las consecuencias de sus actos pudieron haber sido fatales. Existen casos donde una acción con una intención menos grave ha tenido consecuencias catastróficas. Por ejemplo, en una fiesta, un joven empujó a otro para alejarlo de su novia; este cayó mal y murió al golpearse la nuca con el filo de la banqueta. En este caso, el agresor huyó del país y hoy lleva una vida normal. Mientras tanto, Márquez, cuya agresión fue brutal pero no letal, enfrenta una condena de 17 años.
La diferencia clave entre ambos casos radica en la naturaleza de la agresión. En el primer caso, el empujón fue un acto impulsivo con una consecuencia trágica e inesperada. En el caso de Márquez, el ataque fue sostenido y desproporcionado, lo que permitió su clasificación como intento de feminicidio.
La respuesta de la familia y la construcción del personaje
La madre de Fofo Márquez ha intentado justificar su comportamiento, argumentando que su hijo "no recuerda nada" y sugiriendo que fue influenciado por el uso de esteroides. También ha mostrado hostilidad hacia la víctima, insinuando que su error fue no aceptar dinero a cambio de su silencio. Esto refuerza la percepción de que, para Márquez y su entorno, el dinero ha sido siempre la solución a cualquier problema.
Además, la madre busca separar la imagen pública de su hijo de la persona real, argumentando que "Fofo" es solo un personaje irreverente de redes sociales, mientras que Rodolfo Márquez es una persona distinta. Sin embargo, la sociedad no ha aceptado esta narrativa. No hay un "Dr. Rodolfo" y un "Mr. Fofo" como en la historia de Stevenson; hay una sola persona que ha mostrado un patrón consistente de violencia y desprecio por las consecuencias de sus actos.
Algunos expertos, como el psicólogo Dr. Salama, han sugerido que su conducta podría estar vinculada a problemas de abandono y la necesidad de llamar la atención de sus padres. Sin embargo, esto no exime su responsabilidad. Cada video provocador que subía, cada acto de violencia que quedaba impune, no era solo una provocación, sino una especie de grito de auxilio. Ahora, en la cárcel, finalmente ha recibido la atención que antes se le negaba. Quizás su destino era predecible, una profecía autocumplida. El terapeuta Enrique Vázquez no relaciona el actuar de “Fofo” con su crianza, ya que ésta tiene un término y al ser un adulto se sostenía en un sistema independiente de la forma en que fue criado.
Reflexión final
El caso de Fofo Márquez nos obliga a reflexionar sobre la impunidad, la violencia y la justicia. La sentencia puede parecer dura para algunos, pero en un contexto donde la violencia de género y la impunidad han sido constantes, marca un precedente importante. No es solo un castigo para Márquez, sino un mensaje claro: el dinero y la fama no son excusas para evadir la justicia.
La sociedad no solo juzgó sus actos, sino también el sistema que permitió que llegara tan lejos sin consecuencias. Y esta vez, al menos en este caso, la justicia parece haber prevalecido.