Hace unos días tuve una conversación con una persona antivacunas. Escuchar su nota de voz, en la que relacionaba el comportamiento de los niños con si habían sido vacunados o no, me causó una profunda angustia. Sabía de antemano que, por más que expusiera los argumentos más convincentes y respaldados científicamente, no lograría cambiar su punto de vista. Me limité a preguntarle si también era terraplanista; respondió que no. Hice esta pregunta porque estos tipos de argumentos suelen proceder de las mismas fuentes de desinformación.
Sé bien que las vacunas y los antibióticos han salvado millones de vidas. El médico británico Edward Jenner, en 1796, desarrolló la primera vacuna moderna al observar que las mujeres que ordeñaban vacas y contraían viruela bovina no enfermaban gravemente de viruela humana. Jenner inoculó material del virus bovino a un niño sano, demostrando que era posible inducir inmunidad de manera segura. Este descubrimiento dio origen al concepto de vacunación (del latín vacca, "vaca") y marcó el inicio de una nueva era en la prevención de enfermedades infecciosas.
Posteriormente, a finales del siglo XIX, Louis Pasteur amplió el principio de la vacunación al desarrollar inmunizaciones contra enfermedades como el ántrax y la rabia, introduciendo métodos de atenuación de patógenos más sistematizados y científicos. Desde entonces, la vacunación ha evolucionado significativamente, integrando avances recientes como las vacunas de ARN mensajero en el siglo XXI. Gracias a estos desarrollos, enfermedades mortales como la viruela han sido erradicadas y otras, como la poliomielitis, están cerca de desaparecer.
¿De dónde surgió la creencia falsa de que las vacunas causan autismo?
Esta creencia se originó principalmente a partir de un estudio publicado en 1998 en la revista médica The Lancet, dirigido por el médico británico Andrew Wakefield. En ese artículo, Wakefield sugería una relación entre la vacuna triple viral (sarampión, paperas y rubéola, conocida como MMR por sus siglas en inglés) y la aparición de autismo en niños.
Sin embargo, investigaciones posteriores revelaron que el estudio de Wakefield:
Utilizó una muestra extremadamente pequeña (solo 12 niños).
Presentaba graves irregularidades éticas y metodológicas (conflictos de interés financieros y manipulación de datos).
No pudo ser replicado por otros investigadores, un requisito esencial para validar hallazgos científicos.
Debido a estas violaciones, The Lancet retractó completamente el artículo en 2010 y Wakefield fue inhabilitado para ejercer la medicina en el Reino Unido.
Desde entonces, numerosos estudios epidemiológicos, realizados en diversos países y con muestras de cientos de miles de niños, han demostrado de forma contundente que no existe relación causal entre las vacunas y el autismo. Por ejemplo, un estudio danés de 2019, que incluyó a más de 650,000 niños, concluyó que no hay vínculo entre la vacuna MMR y el autismo. Asimismo, la Vaccine Safety Datalink en Estados Unidos ha reafirmado la seguridad de las vacunas mediante revisiones sistemáticas.
Causas reales del autismo
El trastorno del espectro autista (TEA) tiene causas complejas, principalmente genéticas y epigenéticas, no relacionadas con la vacunación. La heredabilidad del autismo se estima entre un 70% y un 90%. Otros factores de riesgo propuestos, como la edad avanzada de los padres, la exposición prenatal a ciertas sustancias o la contaminación ambiental, están siendo investigados, pero hasta ahora no existe consenso científico que los vincule de manera determinante con el autismo.
Es importante señalar que el autismo suele manifestarse alrededor de los 18 a 24 meses de edad, precisamente cuando muchas vacunas son administradas. Esta coincidencia temporal ha llevado a confusión en algunas personas, pero no implica una relación causal.
Consecuencias de la desinformación
La disminución en las tasas de vacunación motivada por miedos infundados ha propiciado el resurgimiento de enfermedades previamente controladas, como el sarampión, que puede provocar complicaciones graves e incluso la muerte. La propagación de teorías antivacunas, además de ser científicamente infundada, representa un serio riesgo para la salud pública.
¿Por qué parece que hay "más casos" de autismo hoy?
La percepción de un aumento en los casos de autismo se debe principalmente a cambios en los criterios diagnósticos y a una mayor conciencia social y médica, no necesariamente a un incremento real de la incidencia biológica.
Hasta hace pocas décadas, muchas personas que hoy recibirían un diagnóstico de TEA eran catalogadas erróneamente con otros trastornos (como retraso mental, esquizofrenia infantil o trastornos específicos del lenguaje) o simplemente eran vistas como "tímidas", "excéntricas" o "raras".
La publicación del DSM-5 en 2013, que amplió la definición del espectro autista para incluir condiciones como el síndrome de Asperger, ha incrementado significativamente el número de diagnósticos. Además, existe actualmente una búsqueda activa de detección temprana por parte de padres, maestros y profesionales de la salud, acompañada de mejores herramientas diagnósticas y mayor acceso a servicios especializados.
Conclusión
Este análisis busca calmar la ansiedad que provoca la desinformación. Aunque es legítimo cuestionar y vigilar críticamente a la industria farmacéutica en muchos aspectos, la relación entre vacunas y autismo no es uno de ellos. Los avances en el diagnóstico, el conocimiento de los factores genéticos y el mayor acceso a servicios médicos explican mejor la aparente expansión del espectro autista en las estadísticas actuales.
Comprender esto no solo ayuda a desmontar mitos peligrosos, sino también a proteger a la población de enfermedades prevenibles y a fomentar un diálogo informado y responsable sobre la salud pública.